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INGESTA COMPULSIVA, TRASTORNO POR ATRACÓN

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Cuando se habla de trastornos de alimentación la mayoría de las veces hacemos referencia a trastornos como anorexia nerviosa o bulimia. No obstante, comparado con otros trastornos alimentarios el trastorno por ingesta compulsiva tiene un mayor predominio, sobre todo en mujeres, siendo dos veces más frecuente que la bulimia y cinco veces más que la anorexia nerviosa. La mayoría de las personas que padecen el trastorno por atracón tienen un peso corporal superior al recomendado u obesidad, pero también hay personas que se mantienen en su peso normal y esto hace que el trastorno en ocasiones pase desapercibida y que las conductas compulsivas no se consideren como problemáticas.

El trastorno por ingesta compulsiva muchas veces acompaña a otros trastornos como la depresión, la ansiedad, trastornos adaptativos o estrés post-traumático así como a problemas de baja autoestima, existencia de maltrato físico y psicológico etc. Esta comorbilidad genera que el trastorno frecuentemente sea oculto o tomado como problema secundario.

Por definición la ingesta compulsiva es un episodio recurrente de ingesta de alimento, siendo su principal característica la pérdida de control sobre la comida, ingiriendo grandes cantidades, normalmente, azucares, grasas y carbohidratos. Tras este episodio la persona entra en una fase de emociones negativas.

Es un problema de origen psicológico como anorexia y bulimia.

En diversos estudios realizados en torno a la ingesta compulsiva se ha podido observar que hay características comunes que engloban este trastorno:

– Se dan episodios repetitivos de ingestión de grandes cantidades de alimentos ricos en azúcar y grasas.

– Hay un descontrol en relación a la comida que se convierte el centro de la vida de la persona.

– Se pierde el control del peso corporal habiendo fluctuaciones en relación a las ingestas y hábitos alimenticios.

–  Se realizan recurrentes intentos de llevar adelante una dieta las cuales no dan resultado.

– El episodio de ingesta compulsiva va seguida de emociones negativas y fuertes sentimientos de culpabilidad.

La ingesta compulsiva conlleva en sí misma un gran malestar psicológico y emocional y la mayoría de las personas que padecen presentan niveles de sobrepeso moderado o grave, hasta la obesidad. Se diferencia de la bulimia y/o anorexia, en que no emplean métodos drásticos para bajar de peso como vomitar luego de comer o usar laxantes, aunque pueden darse episodios de esto ocasionalmente. Generalmente no presentan insatisfacción con su imagen corporal, pero sí se aprecia una insatisfacción en relación a la figura y el peso.

Las personas que comen compulsivamente muestran otros síntomas como la presión arterial elevada, deterioro visual, asma y otros problemas respiratorios, alteraciones cardiacas, diabetes o artritis. Asimismo, son vulnerables a sufrir trastornos del sueño, dolores musculares crónicos cervicales y lumbares que interfieren significativamente en sus actividades cotidianas.

La prevalencia de la ingesta compulsiva es mayor en adultos que en adolescentes, y sobre todo en mujeres. La sociedad fomenta la belleza e imagen corporal centrada en la delgadez. Estos estereotipos generan en muchas ocasiones baja autoestima y emociones negativas, siendo factores de riesgo que pueden generar algún trastorno alimentario.

LAS EMOCIONES ACTÚAN COMO SENSORES Y CUÁNDO ALGO ESTA OCURRIENDO NOS ALERTAN. SIN EMBARGO, MUCHAS VECES NO ATENDEMOS A NUESTRAS EMOCIONES Y PASAN A SER PERMANENTES EN EL TIEMPO LLEVÁNDONOS A GENERAR PERSISTENCIA EN CIERTAS CONDUCTAS.

Se sabe que no existe un solo factor que de forma única cause la alteración de un trastorno alimentario, si no que son diversos factores los que aumentan la vulnerabilidad de una persona para alterar su conducta alimentaria, ya sea mediante un control excesivo de la ingesta o un descontrol total de la misma. Están implicados: factores de personalidad,  factores biológicos, factores socioculturales y familiares.

Igual que en otros trastornos de conducta alimentaria, la ingesta compulsiva requiere un tratamiento multidisciplinar destinado a intervenir a nivel psicológico, nutricional, psiquiátrico y médico.

A nivel nutricional es necesario trabajar los siguientes aspectos:

  1. Establecer unas pautas alimentarias normalizadas, mediante el uso de aurorregistros diarios que permitan observar cuáles son los hábitos y conductas alimentarias de la persona para poder modificarlas.
  1. Establecer un horario de comidas y ampliar los conocimientos en cuanto a nutrición y las necesidades básicas de alimentación y disminuir la práctica de cualquier conducta compensatoria (purgas, diuréticos, laxantes, ayuno) en caso de que se utilice informando de las consecuencias negativas que genera en el organismo.
  1. Control del peso corporal, preferiblemente por el nutricionista o médico ya que para la persona que sufre trastorno de conducta alimentaria llevar el control por su cuenta puede generar sentimientos frustrantes en ocasiones o estar en continua obsesión por bajar de peso.

A nivel psicológico las pautas cognitivo conductuales nos sirven de gran ayuda:

  1. Identificar cuáles son las situaciones que desencadenan la conducta descontrolada de ingesta compulsiva. Por ejemplo: “cuando estoy sol”, “cuando me siento triste”, “cuando estoy aburrido” etc.
  1. Tras identificar las situaciones desencadenantes podremos actuar sobre ellas, seleccionando otras conductas o “actividades alternativas” que son compatibles con la ingesta compulsiva y que evitarían que se lleve a cabo la ingesta.
  1. Es importante tener en cuenta que muchas veces la conducta de ingesta compulsiva se inicia por sentimientos de ansiedad y la persona aprende que su ansiedad disminuye únicamente ingiriendo grandes cantidades de comida. Por ello, es recomendable adquirir habilidades y técnicas de relajación para controlar la ansiedad y que esa disminución de la relajación se asocie a estas otras actividades.
  1. Otra de las habilidades que ayudan a la persona a autoregularse y a mantener un equilibrio emocional es la de resolución de problemas sin que la persona se refugie en la alimentación siempre que sienta emociones negativas.

Todo ello acompañado de una terapia psicológica que ayude a la persona a aumentar su autoestima y a adquirir recursos y habilidades necesarias para mejorar su calidad de vida, en general.

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