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¿CÓMO COMIENZA Y SE DESARROLLA UN TRASTORNO PSICOLÓGICO?

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Nadie sufre porque quiere, sino porque no dispone de las herramientas necesarias para dejar de hacerlo.

 

 

 

La enfermedad mental o trastorno psicológico supone una alteración del comportamiento y del razonamiento de una persona.

El trastorno acentúa que, en algunos casos, no se pueda llevar una vida normal o que se requiera de un tratamiento constante para poder vivir con “normalidad”. Así, nos referimos a un trastorno cuando el problema condiciona la vida de la persona que lo padece y se convierte en una causa desadaptativa.

Hay muchos tipos de trastornos, pero los más comunes son:

 

 ¿QUÉ OCURRE EN NUESTRA MENTE PARA QUE APAREZCA UN TRASTORNO?

Hay personas que ante los mismos hechos algunas desarrollan este tipo de trastornos y otras no.

LOS TRAUMAS

Un hecho traumático vivido en la infancia (maltrato, violencia, abusos) pueden dejar secuelas que perduran y afecta en la vida adulta, por no decir durante toda la vida. No existe una edad determinada para la aparición de un trauma, lo que sí sabemos es que puede derivar en trastornos de la alimentación, trastornos del pánico o de ansiedad u otros.

LOS GENES

Algunos trastornos se desarrollan a consecuencia de la genética. Esto no quiere decir que si alguien de nuestra familia ha tenido esquizofrenia o depresión la desarrollemos nosotros, pero hay más posibilidades de que así sea ya que tenemos un porcentaje mayor de herencia genética que el resto de las personas.

En general puede suceder, con mayor frecuencia, con los siguientes tipos de trastornos: autismo, trastorno por déficit e hiperactividad, trastorno bipolar, depresión y esquizofrenia.

FACTORES AMBIENTALES 

Existen algunos factores ambientales que pueden desencadenar el desarrollo de un trastorno psicológico. Por ejemplo, la muerte de un ser querido puede llegar a desencadenar, a través del estrés que genera, un ataque psicótico. Igualmente, pasar por un divorcio o el abuso de estupefacientes.

En personas jóvenes las expectativas sociales o culturales, lo que se espera de ellos, pueden provocar trastornos como el de la alimentación. La constante publicidad que dicta un canon de perfección corporal y de la belleza ocasiona que este problema se vea agravado y que haya aumentado la incidencia y que la horquilla de edad de riesgo se haya ampliado. Actualmente, por ejemplo, la bulimia se prolonga en el tiempo y tarda más en remitir.

Son bastantes los factores que ayudan a desarrollar un trastorno psicológico. También existen otros como pueden ser ciertas infecciones, daños cerebrales o lesiones de nacimiento que pueden favorecer el desarrollo de este tipo de trastornos.

Un trastorno psicológico se puede ver como una enfermedad mental o como un problema de conducta pero es muy importante diferéncialo.

La enfermedad mental existe cuando éste es atacado por virus, tumores, etc. o cuando por alguna causa física no funciona bien. Hablamos de trastornos orgánicos y de enfermedades de origen físico, como la psicosis o el trastorno bipolar; aunque no se conocen los procesos que las provocan. En estos casos la labor del Psicólogo es conseguir una mejor calidad de vida para estas personas.

El trastorno o problema de conducta produce sufrimiento e inadaptación si nos comportamos inadecuadamente. Por ejemplo, negándonos a sufrir, queriendo ser perfectos, en las relaciones humanas, de pareja, amistades, laborales etc. Es preciso conocer las leyes que rigen nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones para no comportarnos de manera que nos hagamos daño a nosotros mismos y a los demás. En estos casos, la labor del psicólogo será analizar el comportamiento y ayudar al paciente a modificar sus conductas.

En nuestras formas de resolver nuestros problemas  podemos emplear esquemas de comportamiento aprendidos en la infancia que no son apropiados y que siendo adultos podríamos cambiarlos. Sin embargo, no lo hacemos porque los hemos automatizado y  ni siquiera somos conscientes de que existen otras alternativas.

Hay que recordar que, nadie sufre porque quiere, sino porque no dispone de las herramientas necesarias para dejar de hacerlo.

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